Yoryo Galáctico irreverencia irredimible

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Era 2013 y eran los días sabrosos de La Patana del TTC, al fondo a la derecha se iba la gente a fumar, pero también a escapar de las mesas y un poco del escándalo. Ahí casi siempre estaba un tipo, Yoryo Galáctico, con pinta de rasta, altísimo y rodeado de mujeres, todas le brincaban encima y le hacían confidencias, era un tipo de esos con lo que hacías empatía de inmediato. 

Era cocinero, técnico de computadoras, hablaba de hackintosh, de política, de basquet,  de amores, de dolor y de lo que se inventaba. Sensible, solidario y definitivamente, un duende de 1.85m.

Es ese pana permanente de la nocturna caraqueña, como el Morris de Greenwicht o Stayfree, pero de todos lados, era el que no hacía cola para entrar en El Molino.

Lambucio de madrugada, cocinero, animalista, barbudo y negro, con esa negritud de sabor venezolano, porque igual te lo encontrabas en el Eurobuilding en la feria de tecnología o en un San Juan bailando.

Y llegó a Atmósfera Creativa

Indeteniblemente terminó en mi zoo de Atmósfera Creativa, rompiendo las computadoras, haciéndose fotógrafo, convenciendo a Oscarcito Pérez que él (Oscarcito) no era negro (un catite pelao y calvo de ojos verdes).

Miles de horas pasé con Yoyo, se hizo mi hermano y mi pesadilla, un niño inmenso que cocinaba y comía como si pesara 300 kilos. Placer que nos pegaba en la economía, Yoyo se comía todo, se acababa las especias y tenía el coraje de decir que su asado negro era mejor que el de mi mamá, nunca fue cierto, pero era muy divertido verlo intentándo. 

Esa comedera, no lo sabíamos, era el síntoma divertido de lo que lo mató, de la lucha que nunca quiso tener: la diabetes. Yoyo jamás cogió una lucha, ni por él.

Estaba con él en los inicios de su convalecencia, no la tomó bien, se autodiagnosticaba y pensaba que si él le hacía caso a su cuerpo y a algunas cosas que tomaba de la internet se iba a escapar de la insulina. Al final ganó la bicha esa.

Yoyo “El Galáctico”

—¿Cómo te llamas? le insistía una vez que tenía que hacerle un pago.

— Yoryo.

— ¿Y te hago el cheque a nombre de Yoryo?

— Te lo voy a decir, pero no me vayas a llamar así. Me llamo Jonathan Rivas.

— ¿Pero por qué no te gusta tu nombre?

— Porque cuando estaba pequeño, había una comiquita que se llamaba “El Galáctico” – y de inmediato se puso a cantar— El Galáctico cruza el espacio sideral… El Galáctico… te acuerdas? 

— Claro, le dije, era de mis favoritas… junto a Mazinger

Yo me imaginé siempre que me montaba en una nave espacial y recorría los universos y era un héroe y que mejor forma de vivir que esa… así que lo decidí y me puse como uno de los personajes de la serie: Yoryo.

La convicción de Yoryo de ser quien era, de autodefinirse de reinventarse para siempre, de desmarcarse de huellas y hacerse universal e irreverente, es sin dudas, unas de las visiones más revolucionarias que he conocido. 

Definirse a si mismo de lo que tomas del ambiente, no de parecer, sino de ser libre, lo definió como hombre y como un gran ser humano. 

Me duele mucho su partida, no la vio fácil, su libertad lo hacía migrar de donde estaba o que lo botáramos, porque no todos estamos preparados para una libertad de esas características. 

Un hombre sin igual, ni copias. 

Las medias anaranjadas

Una vez, venía por Sabana Grande y estaban vendiendo media docena de medias anaranjadas y verdes fosforescentes por 3 dólares y me dio por comprarlas, para llevárselas a mi mamá, un poco por joderla y otro poco porque se veían calentitas y ella siempre tenía mucho frío. Eran unas medias de esas que llegan a las rodillas. Me quedé con un par. 

Para esos días Yoryo vivía en mi casa. Ya lo había botado de nuevo su mujer y ya definitivamente. Entra al cuarto, las mira y sonríe como quien encuentra un diamante. Vestía unas bermudas y tenía puestas unas calcetas iguales, pero con un estampado de Mickey Mouse. Me dijo:

— Definitivamente tu y yo nunca nos vamos a parecer a nadie. 

Único, alegre, excéntrico.

Se fue Yoryo

Una mañana de junio, entre los días de San Juan y San Pedro, que no se pelaba, sucumbió ante una bacteria y se fue dejando despechado a todo su equipo médico que al recibirlos los enamoró, ya prácticamente en las última lucha, siempre con una sonrisa y con una ilusión.

Ya es de de nuevo libre Yoryito, seguramente ya le está metiendo una labia a Jesucristo y va a inventar una vaina que no se hace en el cielo.

En su nueva vida, Yoryo seguro cargará esa autodeterminación y autenticidad, seguirá siendo un revolucionario. 

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2 COMMENTS

  1. Gracias por todo negro lambucio, hermano de vida te ame en vida y te seguiré amando aunque ya no estés en este espacio ❤️😊

  2. Definitivamente Yoryo era así, un ser galático. Ahora es uno con el universo y está en todas partes, el día que me enteré de su partida terrenal me tomé unas botellas de vino a su nombre, a su alegría y libertad. Que bonitas palabras. Que bonito saber que dejó corazones prendados de amor.

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